Excursión al Barranco del Aceral

11 07 2009

Los días 9 y 10 de julio el Smial de Minas Tirith se echó la mochila a la espalda y se fue de acampada al Barranco del Aceral. Los cinco valientes gondorianos, porque de tal deben ser tildados vista la dificultad y la exigencia física del viajecito (vale: para gente poco preparada para estas lides), fueron Alicia «Iliel«, Manolo «Eärnur«, Rafa «Caradhras«, Fabian (un amigo de Eärnur) y yo mismo.

A eso de las 16:30, con la fresquita, salimos la mayor parte del grupo desde Severo Ochoa hasta el autobús donde nos encontramos con Iliel. Llegamos a Güejar Sierra y comenzó la excursión propiamente dicha que tuvo una primera «parada y fonda» en el Maitena.

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Repuesto un poco el cuerpo continuamos por el camino hasta El Charcón, subida a la Vereda de la Estrella y rumbo a El Vadillo. En El Abuelo un bonito árbol que más o menos media el camino hasta el Vadillo hicimos otra corta parada y a eso de las 21:30 estábamos en el río mojando los pies y mirando con temor la Cuesta de los Presidiarios.

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Afrontamos esta parte en medio de una creciente oscuridad y linterna en mano sufrimos la dureza de la subida como pudimos. En compañía de las estrellas y con cierto temor ante los posibles monstruos de Mordor y espectros del Anillo que pudieran salir a nuestro paso, continuamos hasta La Cucaracha y desde allí, 25 minutos decía nuestro particular Cruel Caradhras, hasta el Aceral. A las 00:20 cargamos contra la puerta del refugio y tomamos posesión del lugar en nombre de Minas Tirith y el cansancio. Té, bromas y un merecido descanso siguieron, en un suelo que hiciera las delicias de un troll tal vez mas no las nuestras.

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El viernes amanecimos como pudimos, los huesos entumecidos gritando «me las pagarás por lo de esta excursión». Nos refrescamos un poco en el riachuelo cercano y pronto estuvimos de vuelta al trabajo: a buscar leña y preparar la chimenea para la comida. La falta de parrilla o equivalente devino en un pequeño problema que solventamos como pudimos con paciencia y dedos poco hechos. Al final y tras mucho chorizo, carne y panceta tocó levantar el campamento y prepararnos para la dura vuelta.

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El camino de vuelta como el de ida resultó una prueba de la fortaleza de los guardianes de Minas Tirith con resultados dispares.

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A la mitad de nuevo parada en el Vadillo que dejó algunas de las imágenes de la excursión más impactantes como la de Eärnur el hobbit:

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San Eärnur guiando al pueblo:

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… o la de Caradhras sumergiéndose en un agua que no soportaban mis pies más de un minuto.

Pero el camino sigue y sigue y seguía por delante un buen trecho. Con fuerzas menguantes y ganas de avistar el Pelennor llegamos por los pelos a la parada del autobús justo cuando se iba. Finalmente disolvimos entre chanzas y creciente cansancio nuestra comunidad en la idea de que la próxima debe ser más tranquila para darnos tiempo a leer, cantar y tal vez demostrar nuestra pericia con la espada en unas justas que no hubo tiempo de celebrar.

Anécdotas de la excursión hay miles y predigo que tardaremos en olvidar cuanto nos hizo sufrir y reír ese filólogo loco y aprendiz de montaraz al que ya por siempre llamaremos Rafa «el Cruel Caradhras«.

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Mandos.